El futuro está en la madera, dice Alejandro Oliveros. Pero, ¿y qué iba a decir sino una persona que come del sector forestal?, pensarán. Pero lo cierto es que Oliveros tiene su punto de razón, y se reafirma enumerando la cantidad de productos y materiales que podrían sustituirse por madera y continuar siendo rentables: el fomento de la bioeconomía. Cientos de toneladas de plástico, miles incluso, que dejarían de engordar las grandes islas de basura del Pacífico.

Sin ir más lejos, y aportando un ejemplo que toca bastante de cerca a la Costa da Morte, el alemán afincado en Corcubión, Frank Buschmann, elabora artesanalmente juguetes y pasatiempos para niños íntegramente en madera, sustituyendo así los tóxicos materiales que suelen traer consigo estos productos.

Tras la intervención de Jorge Bouzas, de la Asociación Forestal de Galicia, fue el turno de Alejandro Oliveros, que habló ayer de bioeconomía e industria en la Casa da Cultura de Vimianzo, en las Xornadas de Emprego e Desenvolvemento Territorial a partir das Potencialidades do Monte que organizó el GDR. «Es una cadena de valor absolutamente interdependiente», explicaba ayer Oliveros, «la industria ha de servir para dinamizar el sector forestal y para conseguir más productividad, más eficiencia, más beneficios y, últimamente, un mayor prestigio», añadía el de ENCE.

Eficiencia, productividad, pero también beneficios ambientales: «Un monte que es rentable estará mucho más cuidado y, por tanto, se reducirá enormemente el riesgo de incendios», explicaba Oliveros, aunque para todo ello, claro está, se necesita un buen plan de acción y, de paso, un cambio de mentalidad. «Mucha gente sigue pensando que el monte no está ligado al empleo, y lo cierto es que la cadena de valor forestal tiene un gran peso económico, pues directa o indirectamente genera 70.000 puestos de trabajo», añadía ayer el ponente.

De aprovechar el monte saben, y mucho, los vecinos de la localidad eumesa de O Forgoselo. Allí producen una ternera no solo amparada por la Indicación Xeográfica Protexida, sino reconocida con su propio sello de calidad: «Produto do Eume».

Con un sacrificio más tardío (de 8 meses pasan a un año) y una maduración en cámara también más larga (10 días, en vez de los 3 o 4 habituales), producen una carne más jugosa, con un sabor mucho más intenso y «máis auténtica», como la describe el presidente de la entidad vecinal criadora, Manuel Fernández Vilar, que participó asimismo en la jornada de ayer en un panel de iniciativas interesantes de cara al aprovechamiento del monte.

Tras él intervino el veterinario César Pérez Rodríguez, viejo conocido de la comarca y asiduo colaborador de Fonteboa, que habló esencialmente de silvopastoreo con razas autóctonas, vaca cachena y limiá, cabra y oveja gallega y también porco celta, su especialidad. Coincide Pérez en que la implantación de este tipo de medidas contribuiría, y mucho, a la prevención contra incendios, pero también completaría la «multifuncionalidade» que ya de por sí tiene el monte.

Por último, y antes de pasar a la degustación de productos del final de la jornada, intervino la ingeniera de montes y experta en desarrollo sostenible Erika Martínez, para centrar su discurso en la actividad resinera en Galicia, en pleno auge en los últimos años. Ella es, además, la primera mujer resinera con título oficial en Galicia. «Quería aprender para enseñar», decía Martínez, que terminó sus estudios en Segovia para poder así después dedicarse a la formación de otros productores que estuvieran interesados en la materia.